
Ayer fue uno de esos días de postal: pleno sol, mucho calor, nada de viento patagónico (ya lo saben, es molesto). La marea alta y unas olas juguetonas que nos invitaban a la zambullida una y otra vez. Buscamos una playa más alejada para pasar la tarde, no tan concurrida, seguramente menos conocida, a unos pocos km. de lo que sería la ciudad.
Son esas playitas que se encuentran entre una y otra playa, con un acceso no tan vistoso, delimitadas en este caso por grandes extensiones rocosas, que a mi gusto las hacen más interesantes. En vez de arena, roca y más roca, a cambio de médanos, cuevas y la meseta erosionada, con mil formas a la vista, que da marco y resguardo. Muchísima paz. El mar, un poco más bravío, un poco más "océano" (cómo decimos por aquí) al no encontrarse tan delimitado por el golfo.
Además, son esas playas en las que la marea "decide" si hay o no playa, según esté subiendo o bajando. Lo que produce una sensación de aventura, sobre todo para los más chicos, de estar a merced de la naturaleza. Lo mismo que trepar esos cañadones que el agua va tallando en la meseta.
Emprendimos la caminata hacia uno de los extremos, para "explorar" las cuevas, y como la marea va subiendo, previo seguimiento de la tabla de mareas, uno calcula hasta dónde podremos llegar por el tiempo, en estos casos no hay que alejarse demasiado y volver antes de que los pasajes entre las rocas nos corten el paso.
Me causó gracia la cara de una señora, pobre, aterrada, al vernos aparecer detrás de un cañadón que corta la visual más allá y pasando muy tranquilos, los chicos y yo, con el mar ya hasta las rodillas. Luego, sacándola de su susto y explicándole cómo se veía del otro lado y la mínima información que teníamos, no era turista como pensábamos, aunque sí poco conocedora de estos lugares.
Ocurre, y talvez es uno más de los atractivos de la Patagonia, que al ser tanta la extensión de tierra, entre ciudad y ciudad, uno encuentra siempre algún lugarcito recóndito, algún espacio nuevo por conocer, algo que antes no había visto. Algún sitio digno de exploración, siempre con bastante cautela y algún conocimiento mínimo de dónde se puede entrar y dónde no.
Lo lindo es no quedarse siempre con lo conocido y, dentro de las posibilidades, ir un poquito más allá.
La foto, de mi aficionada cámara... se llega a captar algo de esta belleza?